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PALO DADO NI DIOS LO QUITA: Manuel Narváez Narváez

PALO DADO NI DIOS LO QUITA

Por: Manuel Narváez Narváez

mnarvaez2008@hotmail.com

Twitter: @manuelnarvaez65

 

No hay día que no se llegue ni plazo que no se cumpla. El primero de julio se termina la espera, los mexicanos elegimos al nuevo presidente,  que a partir del uno de diciembre escribirá una nueva historia de este gran país.

Atrás van a quedar las campañas, por fortuna, porque si bien se rescatan algunas propuestas de los contendientes, también es cierto que las descalificaciones entre ellos, las desconfianzas hacia el árbitro electoral y las acusaciones de unos a otros de pretender torcer la voluntad del elector, ocuparon los principales espacios de los medios de comunicación. De cualquier forma estos comicios no son distintos de los que suceden en otras naciones.

En los discursos de todos y cada uno de los contendientes escuché y leí lo que harán de este país una vez que tengan las riendas del poder. Entre muchas promesas, dijeron que la economía va a crecer como nunca; que ya no habrá hambre ni pobreza; que habrá más y mejores empleos para todos, o sea, para jóvenes, estudiantes, profesionistas, madres solteras, discapacitados, mayores de 40 años y adultos mayores; cobertura universal en salud; educación realmente gratuita; bote perpetuo a criminales de alto impacto; cero corrupción y cero impunidad; que tendremos policía de clase mundial; hospitales, escuelas, universidades, carreteras, refinerías y puertos marítimos; y, que el gasto corriente va a disminuir considerablemente.

Independientemente del que gane, al menos de los tres con mayores posibilidades de hacerlo, les precede experiencia en el gobierno. Por tal virtud, más allá de sus errores o aciertos, todos ellos suscribieron compromisos a los ojos de los mexicanos, quienes seremos escrutadores puntuales y certeros jueces de sus acciones y cumplimiento de sus promesas.

El que gane tiene la obligación moral y legal de probar su triunfo en las urnas, de tal suerte que  la victoria no quede sujeta a la duda ni a la sospecha, porque sólo así podrá gobernar con la legitimación del pueblo, aún y cuando ésta no sea por mayoría absoluta.

Una vez culminado el proceso electoral, es decir, agotadas todas las impugnaciones que surjan, el favorecido con la mayoría de los votos emitidos válidamente, deberá mostrar desde que le sea entregada la constancia de mayoría que lo acredite como el presidente de México, hasta la toma de protesta de ley, que está dispuesto a escuchar y conciliar los intereses, de propios y divergentes, por el bien de la nación.

Es mi deseo que el presidente electo entre por la puerta principal de San Lázaro y sin mayores contratiempos, para que le sea impuesta la banda presidencial.

Al presidente de México le voy a pedir desde este humilde espacio,  que por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia exonere a priori al que por negligencia, por omisión o por acción, haya afectado el peculio o el patrimonio de la nación, o los derechos humanos de alguno o algunos. No cabe en esta nueva etapa de nuestra historia, continuar solapando la impunidad a cambio de  una negociación por la transición o reconocimiento de la investidura presidencial.

También voy a exigirle, en su momento, el cabal cumplimiento de sus promesas de campaña. Como ciudadano harto de la demagogia, de la mentira y de la retórica, no estoy dispuesto a consentir ningún pretexto, salvo los que la madre naturaleza nos envíe, que busque justificar la mediocridad de no alcanzar las metas comprometidas.

Mis queridos paisanos, se nos llega la hora a todos, unos para gobernar y otros para ser gobernados. Por eso es tan importante elegir bien. Solo les pido que a la hora de emitir el sufragio, por el que gusten y manden, recuerden que ya no hay cabida para las trilladas excusas, tales como: “es que la economía mundial anda mal”; “es que en seis años no se puede corregir el desastre que nos dejaron”; “es que tenemos que aumentar impuestos para hacer frente a las demandas del pueblo”; etc, etc. Ni madres, no ha lugar ni excusas ni pretextos.

En lo particular, haré votos para que al primer magistrado de la nación le vaya bien, porque si le va bien, a nosotros también. Pero seré intolerante cuando trate de engañarnos e implacable si osa burlarse de la inteligencia de  mis compatriotas. Que quede claro y nadie se diga engañado después. Palo dado ni Dios lo quita.

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Esta entrada fue publicada el 26 de junio de 2012 por en Educación.

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